lunes, 1 de mayo de 2017

07-05-2017 - 4º Domingo de Pascua (A)


El pasado 2 de octubre de 2014, José Antonio Pagola nos visitó  en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos  la conferencia: Volver a Jesucristo. Iniciar la reacción.
Pulsando aquí podréis disfrutar de ella.

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¡Volver a Jesucristo! Iniciar la reacción.
Video de la Conferencia de Jose Antonio Pagola. 

José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

No dejes de visitar la nueva página de VÍDEOS DE LAS CONFERENCIAS DE JOSÉ ANTONIO PAGOLA .

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4º Domingo de Pascua (A)


EVANGELIO

Yo soy la puerta de las ovejas.

+ Lectura del santo evangelio según san Juan 10, 1-10

En aquel tiempo, dijo Jesús:
-«Os aseguro que el que no entra por la puerta en el aprisco de las ovejas, sino que salta por otra parte, ése es ladrón y bandido; pero el que entra por la puerta es pastor de las ovejas. A éste le abre el guarda, y las ovejas atienden a su voz, y él va llamando por el nombre a sus ovejas y las saca fuera. Cuando ha sacado todas las suyas, camina delante de ellas, y las ovejas lo siguen, porque conocen su voz; a un extraño no lo seguirán, sino que huirán de él, porque no conocen la voz de los extraños.»
Jesús les puso esta comparación, pero ellos no entendieron de qué les hablaba. Por eso añadió Jesús:
-«Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que han venido antes de mí son ladrones y bandidos; pero las ovejas no los escucharon.
Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y, salir, Y encontrará pastos.
El ladrón no entra sino para robar y matar y hacer estrago; yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante.»

Palabra de Dios.

HOMILIA

2016-2017 -
7 de mayo de 2017

NUEVA RELACIÓN CON JESÚS

En las comunidades cristianas necesitamos vivir una experiencia nueva de Jesús reavivando nuestra relación con él. Ponerlo decididamente en el centro de nuestra vida. Pasar de un Jesús confesado de manera rutinaria a un Jesús acogido vitalmente. El evangelio de Juan hace algunas sugerencias importantes al hablar de la relación de las ovejas con su Pastor.
Lo primero es “escuchar su voz” en toda su frescura y originalidad. No con fundirla con el respeto a las tradiciones ni con la novedad de las modas. No dejarnos distraer ni aturdir por otras voces extrañas que, aunque se escuchen en el interior de la Iglesia, no comunican su Buena Noticia.
Es importante sentirnos llamados por Jesús “por nuestro nombre”. Dejarnos atraer por él personalmente. Descubrir poco a poco, y cada vez con más alegría, que nadie responde como él a nuestras preguntas más decisivas, nuestros anhelos más profundos y nuestras necesidades últimas.
Es decisivo “seguir“ a Jesús. La fe cristiana no consiste en creer cosas sobre Jesús, sino en creerle a él: vivir confiando en su persona. Inspirarnos en su estilo de vida para orientar nuestra propia existencia con lucidez y responsabilidad.
Es vital caminar teniendo a Jesús “delante de nosotros”. No hacer el recorrido de nuestra vida en solitario. Experimentar en algún momento, aunque sea de manera torpe, que es posible vivir la vida desde su raíz: desde ese Dios que se nos ofrece en Jesús, más humano, más amigo, más cercano y salvador que todas nuestras teorías.
Esta relación viva con Jesús no nace en nosotros de manera automática. Se va despertando en nuestro interior de forma frágil y humilde. Al comienzo, es casi solo un deseo. Por lo general, crece rodeada de dudas, interrogantes y resistencias. Pero, no sé cómo, llega un momento en el que el contacto con Jesús empieza a marcar decisivamente nuestra vida.
Estoy convencido de que el futuro de la fe entre nosotros se está decidiendo, en buena parte, en la conciencia de quienes en estos momentos nos sentimos cristianos. Ahora mismo, la fe se está reavivando o se va extinguiendo en nuestras parroquias y comunidades, en el corazón de los sacerdotes y fieles que las formamos.
La increencia empieza a penetrar en nosotros desde el mismo momento en que nuestra relación con Jesús pierde fuerza, o queda adormecida por la rutina, la indiferencia y la despreocupación. Por eso, el Papa Francisco ha reconocido que “necesitamos crear espacios motivadores y sanadores... lugares donde regenerar la fe en Jesús”. Hemos de escuchar su llamada.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2013-2014 -
11 de mayo de 2014

NUEVA RELACIÓN CON JESÚS

(Ver homilía del ciclo A - 2016-2017)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2010-2011 -
15 de mayo de 2011

LA PUERTA

Jesús propone a un grupo de fariseos un relato metafórico en el que critica con dureza a los dirigentes religiosos de Israel. La escena está tomada de la vida pastoril. El rebaño está recogido dentro de un aprisco, rodeado por un vallado o un pequeño muro, mientras un guarda vigila el acceso. Jesús centra precisamente su atención sobre esa «puerta» que permite llegar hasta las ovejas.
Hay dos maneras de entrar en el redil. Todo depende de lo que uno pretenda hacer con el rebaño. Si alguien se acerca al redil y «no entra por la puerta», sino que salta «por otra parte», es evidente que no es el pastor. No viene a cuidar a su rebaño. Es «un extraño» que viene a «robar, matar y hacer daño».
La actuación del verdadero pastor es muy diferente. Cuando se acerca al redil, «entra por la puerta», va llamando a las ovejas por su nombre y ellas atienden su voz. Las saca fuera y, cuando las ha reunido a todas, se pone a la cabeza y va caminando delante de ellas hacia los pastos donde se podrán alimentar. Las ovejas lo siguen porque reconocen su voz.
¿Qué secreto se encierra en esa "puerta" que legitima a los verdaderos pastores que pasan por ella y que desenmascara a los extraños que entran «por otra parte», no para cuidar del rebaño sino para hacerle daño? Los fariseos no entienden de qué les está hablando aquel Maestro.
Entonces Jesús les da la clave del relato: «Os aseguro que yo soy la puerta de las ovejas». Quienes entran por el camino abierto por Jesús y le siguen viviendo su evangelio, son verdaderos pastores: sabrán alimentar a la comunidad cristiana. Quienes entran en el redil dejando de lado a Jesús e ignorando su causa, son pastores extraños: harán daño al pueblo cristiano.
En no pocas Iglesias estamos sufriendo todos mucho: los pastores y el pueblo de Dios. Las relaciones entre la Jerarquía y el pueblo cristiano se viven con frecuencia de manera recelosa, crispada y conflictiva: hay obispos que se sienten rechazados; hay sectores cristianos que sienten marginados.
Sería demasiado fácil atribuirlo todo al autoritarismo abusivo de la Jerarquía o a la insumisión inaceptable de los fieles. La raíz es más profunda y compleja. Hemos creado una situación muy difícil. Hemos perdido la paz. Vamos a necesitar cada vez más a Jesús.
Hemos de hacer crecer entre nosotros el respeto mutuo y la comunicación, el diálogo y la búsqueda sincera de verdad evangélica. Necesitamos respirar cuanto antes un clima más amable en la Iglesia. No saldremos de esta crisis si no volvemos todos al espíritu de Jesús. El es "la Puerta".

José Antonio Pagola

HOMILIA

2007-2008 - Recreados por Jesús
13 de abril de 2008

ACERTAR CON LA PUERTA

Yo soy la puerta.

El evangelio de Juan presenta a Jesús con imágenes originales y bellas. Quiere que sus lectores descubran que sólo él puede responder plenamente a las necesidades más fundamentales del ser humano. Jesús es «el pan de la vida»: quien se alimente de él, no tendrá hambre. Es «la luz del mundo»: quien le siga, no caminará en la oscuridad. Es «el buen pastor»: quien escuche su voz, encontrará la vida.
Entre estas imágenes hay una, humilde y casi olvidada, que, sin embargo, encierra un contenido profundo. «Yo soy la puerta». Así es Jesús. Una puerta abierta. Quien le sigue, cruza un umbral que conduce a un mundo nuevo: una manera nueva de entender y vivir la vida.
El evangelista lo explica con tres rasgos: «Quien entre por mí, se salvará». La vida tiene muchas salidas. No todas llevan al éxito ni garantizan una vida plena. Quien, de alguna manera, «entiende» a Jesús y trata de seguirle, está entrando por la puerta acertada. No echará a perder su vida. La salvará.
El evangelista dice algo más. Quien entra por Jesús, «podrá salir y entrar». Tiene libertad de movimientos. Entra en un espacio donde puede ser libre, pues sólo se deja guiar por el Espíritu de Jesús. No es el país de la anarquía o del libertinaje. «Entra y sale» pasando siempre a través de esa «puerta» que es Jesús, y se mueve siguiendo sus pasos.
Todavía añade el evangelista otro detalle: quien entre por esa puerta que es Jesús «encontrará pastos», no pasará hambre ni sed. Encontrará alimento sólido y abundante para vivir.
Cristo es la «puerta» por la que hemos de entrar también hoy los cristianos, si queremos reavivar nuestra identidad. Un cristianismo formado por bautizados que se relacionan con un Jesús mal conocido, vagamente recordado, afirmado de vez en cuando de manera abstracta, un Jesús mudo que no dice nada especial al mundo de hoy, un Jesús que no toca los corazones... es un cristianismo sin futuro.
Sólo Cristo nos puede conducir a un nivel nuevo de vida cristiana, mejor fundamentada, motivada y alimentada en el evangelio. Cada uno de nosotros podemos contribuir a que, en la Iglesia de los próximos años, se le sienta y se le viva a Jesús de manera más viva y apasionada. Podemos hacer que la Iglesia sea más de Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2004-2005 – AL ESTILO DE JESÚS
17 de abril de 2005

LA VOZ

Las ovejas lo siguen
porque conocen su voz.

En algunos ámbitos de la Iglesia se insiste más que nunca en la necesidad de un «magisterio eclesiástico» fuerte para dirigir a los fieles en medio de la crisis actual. Estas llamadas no logran, sin embargo, detener su creciente «devaluación» entre amplios sectores de cristianos.
De hecho, no pocas intervenciones de los obispos provocan reacciones encontradas. Unos las alaban con fervor, otros las critican duramente y la mayoría las olvida a los pocos días. Mientras tanto, en el evangelio se nos recuerdan unas palabras de Jesús que nos interpelan a todos: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz».
Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos «la voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la novedad de las modas, no las «preocupaciones» de los eclesiásticos ni los «gustos» de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.
Esto exige no confundir sin más la voz de Jesucristo con cualquier palabra que se pronuncia en la Iglesia. No hemos de dar por supuesto que en toda intervención de los obispos, en toda predicación de los curas, en todo escrito de los teólogos o en toda exposición de los catequistas se está escuchando fielmente la voz de Jesús.
Siempre existe un riesgo. Que llenemos la Iglesia de escritos y cartas pastorales, de documentos y libros de teología, de catequesis y predicaciones, sustituyendo con nuestro «ruido» la voz inconfundible de Jesús, nuestro único maestro. Lo recordaba una y otra vez el obispo san Agustín: «Tenemos un sólo maestro. Y, bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».
Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del resucitado. Esto es lo decisivo pues el magisterio, la predicación o la teología han de ser una invitación a que cada creyente escuchemos de manera fiel y responsable la voz de Cristo. Sólo cuando uno «aprende» algo de Jesús se convierte en su seguidor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2001-2002 – CON FUEGO
21 de abril de 2002

LA VOZ

Las ovejas lo siguen porque conocen su voz.

En algunos ámbitos de la Iglesia se insiste más que nunca en la necesidad de un «magisterio eclesiástico» fuerte para dirigir a los fieles en medio de la crisis actual. Estas llamadas no logran, sin embargo, detener su creciente «devaluación» entre amplios sectores de cristianos.
De hecho, no pocas intervenciones de los obispos provocan reacciones encontradas. Unos las alaban con fervor, otros las critican duramente y la mayoría las olvida a los pocos días. Mientras tanto, en el evangelio se nos recuerdan unas palabras de Jesús que nos interpelan a todos: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz».
Lo primero y decisivo también hoy es que, en la Iglesia, los creyentes escuchemos «la voz» de Jesucristo en toda su originalidad y pureza, no el peso de las tradiciones ni la novedad de las modas, no las «preocupaciones» de los eclesiásticos ni los «gustos» de los teólogos, no nuestros intereses, miedos o acomodaciones.
Esto exige no confundir sin más la voz de Jesucristo con cualquier palabra que se pronuncia en la Iglesia. No hemos de dar por supuesto que en toda intervención de los obispos, en toda predicación de los curas, en todo escrito de los teólogos o en toda exposición de los catequistas se está escuchando fielmente la voz de Jesús.
Siempre existe un riesgo. Que llenemos la Iglesia de escritos y cartas pastorales, de documentos y libros de teología, de catequesis y predicaciones, sustituyendo con nuestro «ruido» la voz inconfundible de Jesús, nuestro único maestro. Lo recordaba una y otra vez el obispo san Agustín: «Tenemos un solo maestro. )‘ bajo él, todos somos condiscípulos. No nos constituimos en maestros por el hecho de hablar desde el púlpito. El verdadero Maestro habla desde dentro».
Hemos de preguntarnos si la palabra que se escucha en la Iglesia proviene de Galilea y nace del Espíritu del resucitado. Esto es lo decisivo pues el magisterio, la predicación o la teología han de ser una invitación a que cada creyente escuchemos de manera fiel y responsable la voz de Cristo. Sólo cuando uno «aprende» algo de Jesús se convierte en su seguidor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1998-1999 – FUERZA PARA VIVIR
25 de abril de 1999

RUIDO

Las ovejas atienden a su voz.

Se ha dicho que el problema del hombre moderno es un problema de ruido. Envuelto en ruido exterior e interior, agitado por toda clase de estímulos y sensaciones, llevado de una parte a otra por la ansiedad y las prisas, el hombre de nuestros días se ha quedado sin silencio y no sabe cómo curarse de esta grave enfermedad que comienza a arruinar su ser.
El ruido impide a la persona conocerse debidamente a sí misma pues obstaculiza el acceso a su mundo interior. El individuo no tiene oído para escuchar lo mejor de sí mismo. Así hablaba hace unos años aquel gran Papa que fue Pablo VI: «Nosotros, hombres modernos, estamos demasiado extrovertidos, vivimos fuera de nuestra casa e incluso hemos perdido la llave para volver a entrar en ella.»
Al mismo tiempo, el ruido aliena a la persona, pues la disgrega, introduce en ella confusión y la hace vivir desde lo exterior. El hombre sin silencio y sosiego interior corre el riesgo de vivir dirigido desde fuera. Se convierte en un ser vulnerable al que falta consistencia interior y profundidad. Cualquier acontecimiento negativo puede hacerle perder estabilidad.
Por otra parte, al hombre ruidoso se le hace difícil el encuentro con Dios. Pierde el contacto con su núcleo interior; no acierta a escuchar con claridad la voz de su conciencia ni su anhelo de infinito; su religiosidad se hace cada vez más superficial. El problema de no pocas personas indiferentes y desencantadas de Dios es un problema de ruido interior.
El silencio es imprescindible si la persona quiere vivir con cierta hondura. El sosiego interior ayuda a la persona a encontrarse consigo misma y escuchar sus verdaderos deseos. Un cuerpo relajado, una mente serena, un espíritu pacificado ayudan a curarse de muchos problemas, pues permiten enfrentar- se a ellos con más fuerza interior. El silencio, la atención a nuestro mundo interior, la meditación abren el acceso a todo lo más humano.
La fe en Jesucristo es posible, cuando de alguna manera, se escucha su voz aunque sea de manera casi imperceptible. En el cuarto evangelio se recogen estas palabras de Jesús: «Las ovejas siguen al pastor porque conocen su voz» (Jn 10, 4). Cuando se vive lleno de ruido interior y exterior es difícil escuchar esa voz.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1995-1996 – SANAR LA VIDA
28 de abril de 1996

NO SE IMPROVISA

Atienden su voz.

No es raro encontrarse hoy con personas que valoran sinceramente la religión y están convencidas de que la fe en Dios no es una ilusión. Sin embargo, su fe está como bloqueada. Hace tiempo que no rezan ni toman parte en una celebración religiosa. Sin embargo, su problema es más profundo: no aciertan a comunicarse con Dios.
Esta comunicación con Dios no se improvisa. No es algo que brota sin más desde la superficie de la persona. Requiere una actitud interior de apertura y un cierto aprendizaje.
Lo primero es situarse ante Alguien. Dios no es una fuerza temible, la energía que dirige el cosmos o algo semejante. Antes que nada es Amigo y Padre. Lo importante ante Dios es captar su presencia amistosa. Todo lo demás viene después. Sentir a Dios como Amigo lo cambia todo.
En segundo lugar, hay que arriesgarse a confiar. La vida no es siempre fácil. Tarde o temprano, todos conocemos la experiencia del vacío, la impotencia o el sinsentido. Los días se nos van deslizando de modo irrecuperable, sin que podamos encontrar descanso y paz. Quien se abre al Dios revelado en Jesucristo aprende a escuchar en el fondo de su ser estas palabras decisivas: «No tengas miedo
Es importante, además, captar a Dios como el Creador de vida. En lo más hondo de cada uno de nosotros habita su Espíritu que es «Señor y dador de vida». Este abrirse a Dios no consiste en vivir de forma ingenua, infantil o irresponsable. Al contrario, es reforzar nuestra verdadera identidad, crecer como personas, aprender a vivir la vida intensamente, con hondura, desde su raíz.
El creyente trata, también, de escuchar la voluntad de Dios, es decir, «lo bueno, lo agradable, lo perfecto», lo que puede estar en sintonía con Aquel que sólo quiere el bien y la felicidad de todo ser humano. No es fácil. Hay que aprender a ahondar en el propio deseo. Descubrir nuestro deseo más profundo, no los deseos que lo enmascaran y desfiguran, sino «eso» que realmente anda buscando nuestro corazón desde lo más hondo. Ese deseo interior necesita siempre ser purificado, pero no está lejos de la «voluntad de Dios».
Para el evangelista san Juan, es decisivo en la fe cristiana «atender a la voz» de Cristo. Sólo las ovejas que reconocen la voz del Pastor y se sienten llamadas por él, son capaces de seguirle fielmente.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1992-1993 – CON HORIZONTE
2 de mayo de 1993

UN FENOMENO NUEVO

Yo he venido para que tengan vida
y la tengan abundante 

Se ha hablado mucho estos años del abandono de la fe por parte de no pocos cristianos que, por diversas razones, se han ido distanciando de la práctica religiosa deslizándose progresivamente hacia la indiferencia religiosa. Hoy se comienza a hablar en Europa de un fenómeno todavía minoritario pero, no por ello, menos significativo: personas que se habían alejado de la religión inician un camino de vuelta hacia la recuperación de su fe. En Francia los llaman «les recommençants», los que «vuelven a empezar».
No es fácil precisar lo que buscan. Quieren encontrar de nuevo una base para sustentar su fe; sienten necesidad de algo diferente en sus vidas; desean vivir de otra manera. Por otra parte, no quieren vincularse demasiado a ninguna Iglesia; temen perder su libertad. Eso sí, se interesan de nuevo por Dios. Se hacen preguntas como ésta que me hacía alguien: «Podremos Dios y yo ser todavía amigos?»
A veces, todo comienza con una experiencia que desencadena el proceso: el nacimiento de un hijo, una enfermedad grave, la conversación con un creyente, la lectura de un artículo... Otras veces, es un vacío o nostalgia que va tomando cuerpo: «Una noche me pregunté por qué no creía yo en Dios)> (testimonio real de un francés).
Estas personas sienten necesidad, antes que nada, de «despejar el terreno»: deshacer prejuicios, desmontar falsas ideas sobre la religión, aclarar concepciones embrolladas de la fe, descubrir qué es lo fundamental dentro de un cristianismo a veces demasiado complicado y sobrecargado. Algunos de ellos necesitarán además curar heridas y decepciones pasadas para superar una agresividad que les impide vivir lo religioso con serenidad.
«Volver a creer» no quiere decir volver a la fe del pasado. Estas personas no buscan recuperar costumbres religiosas ya olvidadas, ni vivir de nuevo las experiencias tal vez poco gratas de otros tiempos. Quieren descubrir la fe de una manera nueva, más convincente y positiva. Quieren comprender mejor las cosas y creer de una forma más inteligente y más personal.
Este recorrido hacia la fe no siempre es fácil, pues se trata de reconstruir la vida y su sentido más profundo. Es necesario que fa persona esté dispuesta a buscar con sinceridad, que tenga una «relativa confianza» en la Iglesia, que no se distraiga en cosas secundarias, que vaya a lo esencial: el encuentro con un Dios vivo.
Sin embargo, el testimonio de los que viven esta experiencia es unánime al hablar de sus efectos positivos: una alegría nueva en sus vidas, una impresión de verdad y libertad, una manera distinta de ver las cuestiones religiosas, una forma diferente de vivir y, sobre todo, el poder dirigirse a Dios con una confianza y un gozo nuevos. Estas personas entienden de una manera nueva las palabras de Jesús: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante

José Antonio Pagola

HOMILIA

1989-1990 – NUNCA ES TARDE
6 de mayo de 1990

EL MANDATO DE VIVIR

Yo he venido para que tengan vida.

Nos quejamos tanto de los problemas, trabajos y penalidades de nuestro vivir diario, que corremos el riesgo de olvidar que la vida es un regalo. El gran regalo que todos hemos recibido de Dios.
Si no hubiéramos nacido, nadie nos habría echado en falta. Nadie habría notado nuestra ausencia. Todo habría seguido su marcha y nosotros hubiéramos quedado olvidados para siempre en la nada.
Y, sin embargo, vivimos. Se ha producido ese milagro único e irrepetible que es mi vida. Como dice el genial pensador judío M. Buber, «cada uno de los hombres representa algo nuevo, algo que nunca antes existió, algo original y único».
Nadie, antes de mí, ha sido igual que yo ni lo será nunca. Nadie verá jamás el mundo con mis ojos. Nadie acariciará con mis manos. Nadie rezará a Dios con mis labios. Nadie amará nunca con mi corazón.
Mi vida es insustituible. Es tarea mía y sólo yo la puedo vivir. Si yo no lo hago, quedará para siempre sin hacer. Habrá en el mundo un vacío que nadie podrá llenar.
Por eso, aunque muchas veces lo olvidamos, el primer mandato que los hombres recibimos de Dios es vivir. Mandato que no está escrito en tablas de piedra, sino grabado en lo más hondo de nuestro ser.
Nuestro primer gesto de obediencia a Dios es vivir, amar la vida, acogerla con corazón agradecido, cuidarla con solicitud, desplegar todas las posibilidades encerradas en nosotros.
Pero vivir no significa sólo asegurar un buen funcionamiento de nuestro organismo físico o lograr un desarrollo armonioso de nuestro siquismo, sino crecer como seres plenamente humanos.
El ideal de «mens sana in corpore sano» puede ser algo perfectamente inhumano y empobrecedor, si no vivimos escuchando la llamada del Absoluto, abiertos al amor, creando en nuestro entorno una vida siempre más humana.
Son bastantes los cristianos que no llegan siquiera a sospechar que la fe es precisamente un principio de vida y vida sana. Les falta descubrir por experiencia personal que Dios no es algo que, de todas maneras, debe existir y a quien conviene tener en cuenta por si acaso, sino que Dios es precisamente y antes que nada «alguien que hace vivir».
A pesar de todas las dudas e incertidumbres, el creyente va descubriendo a Dios como alguien que sostiene la vida incluso en los momentos más adversos, alguien que da fuerzas para comenzar siempre de nuevo, alguien que alimenta en nosotros una esperanza indestructible cuando la vida parece apagarse para siempre.
Al escuchar las palabras de Jesús: «Yo he venido para que tengan vida y la tengan abundante», el creyente no necesita acudir a otros para que le expliquen su sentido. El sabe que son verdad.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1986-1987 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
10 de mayo de 1987

ALEJARSE

A un extraño no lo seguirán.

No es fácil trazar la frontera entre creencia e increencia. Menos aún saber cuál es la razón última que le mueve a una persona a abandonar la fe que ha vivido durante años.
Sirviéndose de la comparación del pastor y las ovejas, Jesús dice que los suyos le siguen porque conocen su voz. Pero “a un extraño no le seguirán sino que huirán de él”. ¿Qué puede suceder para que Dios termine siendo un extraño?
Sin duda, las causas que pueden llevar a la increencia son muy diversas y complejas como lo muestran los estudios existentes. Pero siempre hay un itinerario personal que el increyente ha ido recorriendo día tras día hasta alejarse de Dios.
Algunos se han ido instalando en una forma de vivir que de hecho impide el ejercicio de la fe. Su trabajo agitado, su mundo de preocupaciones e intereses, la falta de silencio interior, su manera de consumir noticias y TV, no dejan apenas resquicio alguno para alimentar la e. Poco a poco Dios se diluye en sus conciencias.
Otros, contagiados por un determinado ambiente social, van renunciando a su propia verdad y no saben reaccionar frente a un falso “progresismo científico”. Piensan que todo aquello que no puede ser controlado o verificado por la ciencia, sencillamente no existe. Dios queda así fuera de su horizonte, borrado por una ciencia a la que se le atribuye un carácter divino que los mismos científicos le niegan.
Algunos han ido reduciendo su fe a una práctica cultual puramente externa. Al cambiar ahora de costumbres de vida, van abandonando las prácticas y con ellas la misma fe. Dios va desapareciendo así de sus vidas sin apenas dejar huella.
En otros sin embargo, el alejamiento de Dios ha dejado un vacío y una especie de nostalgia difícil de definir. Hoy viven insatisfechos, tratando de llenar su vida de cosas, sin darse cuenta de que, en el fondo, están buscando “sustitutivos” de algo insustituible que han arrancado de su corazón.
No pensemos en otros. Todos podemos estar dando pasos que nos alejan más o menos de la fe y pueden llegar incluso a apagar en nosotros todo deseo o necesidad de Dios.
Podemos seguir por ese camino. Somos libres y cada uno hemos de decidir qué queremos ser. Pero deberíamos hacernos alguna pregunta: ¿Somos ahora más felices después de haber arrinconado a Dios? ¿Hay más alegría y paz en nuestro corazón? ¿Hemos crecido como personas?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1983-1984 – BUENAS NOTICIAS
13 de mayo de 1984

LIBRES PERO NO LIBERADOS

Yo soy la Puerta.

Pocas veces se habrá hablado de la libertad con tanta ambigüedad y confusión como en nuestros días.
Hay una «liberación» impuesta por el nuevo contexto social que lejos de ser un camino de crecimiento personal es represión y anulación de una verdadera personalidad humana.
«¿Todavía no te has liberado?» Esta es la llamada que se nos hace hoy desde diversos ámbitos de la sociedad, invitándonos a romper con tradiciones, costumbres o fidelidades pasadas, para entrar en otra esclavitud impuesta por nuevas modas y presiones sociales.
Hay quienes se creen más libres por el hecho de romper con todo lo prohibido anulando toda conciencia de culpabilidad. Olvidan que éste es el camino mejor para caer en la irresponsabilidad, el narcisismo autocomplaciente y la esterilidad.
Otros quieren ser «libres como pájaros» y rehúyen todo aquello que puede exigirles compromiso y entrega. Olvidan que estamos hechos para ser libres no como pájaros sino como hombres.
Ser libre es una ilusión si no nos conduce a ser más humanos. ¿Qué es la libertad si no nos lleva a una mayor fidelidad a nosotros mismos, una coherencia mayor con nuestras convicciones más profundas, una búsqueda sincera y sacrificada de lo que puede dar un sentido más digno y noble a nuestra vida?
¿Puede decirse que un hombre «se ha liberado» por el simple hecho de haber superado escrúpulos tradicionales en el campo religioso, moral y social, si vive aburrido, sin proyecto ni horizonte alguno, incapaz de dar sentido a su vivir diario?
¿Puede decirse que «se ha liberado» quien actúa movido únicamente por espíritu de competencia, eficacia y éxito, utilizando su poder para imponerse, lleno de horror ante el fracaso, incapaz de nada que signifique entrega generosa y gratuita al otro?
Son muchos los contagiados por eso que alguien ha llamado «el mal de la libertad», es decir, la búsqueda obsesiva de una libertad vacía de contenido, que no quiere saber nada de entrega, fidelidad, solidaridad, crecimiento personal y comunitario.
Ser creyente es vivir vinculado a Cristo. Pero precisamente, esa vinculación y adhesión a Cristo es lo que permite al cristiano dar contenido humano a su libertad. El es la puerta que da acceso a la auténtica liberación.
Esta es la promesa de Jesús: «Yo soy la puerta. Quien entre por mi se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos». Responder a su llamada, orientar la vida en la dirección que señala su mensaje, comprometerse en construir «el reino de Dios», es lo que puede ayudarnos a conocer la verdadera liberación.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1980-1981 – APRENDER A VIVIR
10 de mayo de 1981

VERDADERO LIDER

Las ovejas atienden a su voz.

Es un hecho constatado por muchos observadores. En estos momentos en que una grave crisis cultural y sociopolítica se extiende por toda la tierra, no parece fácil encontrar líderes convincentes capaces de señalarnos caminos de salvación y de contagiar esperanza en las gentes.
Quizás son los jóvenes quienes sienten como nadie esta falta de verdaderos líderes. Hemos construido una sociedad en la que ellos se sienten a la intemperie, sin razones válidas para vivir y sin que nuestras normas de conducta y los modelos de vida que les ofrecemos, les puedan servir para poder dar un sentido último a sus vidas.
Es duro reconocer que no encuentran en las generaciones anteriores «maestros de vida» a quienes poder mirar, ni modelos de identificación que les puedan orientar.
Por eso, la capacidad de admiración y la necesidad inconsciente de «idolatrar» que parece encerrarse en el hombre, se polarizan con frecuencia en el último cantante que nos lanzan las casas discográficas, el artista del momento en el cine o la T. V., o en los deportistas que acaban de ganar la máxima competición futbolística.
Hace unos años surgía en Norteamérica el Movimiento de Jesús o la «Jesus Revolution», que ha corrido una suerte efímera como tantos movimientos juveniles nacidos en las costas calientes de San Francisco.
Miles de jóvenes, decepcionados por la sociedad de consumo y hartos de tanto egoísmo, violencia, hipocresía, injusticias, superficialidad e intereses materialistas, se ponían a la búsqueda de Jesús de Nazaret.
Se trata, sin duda, de un movimiento lleno de ambigüedades, incoherencias, simplismos e ingenuidad, como tantos otros que nacen cuando una sociedad vive una profunda crisis de valores.
Pero, quizás, estos jóvenes nos han recordado a todos los creyentes una gran verdad. Jesús puede ser el gran maestro de vida y líder espiritual que estamos necesitando todos.
Al leer los testimonios de estos jóvenes, uno se sorprende observando su sintonía con las primeras comunidades cristianas que vieron en Jesús al verdadero pastor y guía de los hombres.
Siempre corremos los cristianos el riesgo de pretender vivir un cristianismo en el que falta precisamente la persona de Cristo.
Y, sin embargo, ser cristiano es creerle a Cristo y seguir sus pasos. Aceptarlo como a nuestro verdadero Pastor, es decir, como alguien cercano, capaz de orientar nuestra vida, transformar nuestros corazones., humanizar nuestras personas y reanimar nuestra esperanza.

José Antonio Pagola



Blog:               http://sopelakoeliza.blogspot.com

Para ver videos de las Conferencias de José Antonio Pagola
                        http://iglesiadesopelana3v.blogspot.com


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