domingo, 31 de julio de 2016

06-08-2016 - LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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LA TRANSFIGURACION DEL SEÑOR (C)


EVANGELIO

Una serie de alusiones establece un notable paralelismo entre Jesús en la montaña de la Transfiguración y Moisés en el Sinaí. En ambos casos hay tres testigos (Ex 34,29; Mt 17,1). Al igual que el rostro de Moisés, el de Jesús irradia una luz resplandeciente (Ex 34,29; Mt 17,2). Aún más que a Moisés se ha de escuchar a Jesús (Dt 18,15; Mt 17,5). Porque él es el nuevo legislador que no ha venido a abolir la Ley, sino a darle plenitud (Mt 5,17). Moisés y los profetas, representados aquí por Elías, dan testimonio de él.

Su rostro resplandecía como el sol.

+ Lectura del santo evangelio según san Mateo 17,1-9

En aquel tiempo, Jesús tomó consigo a Pedro, a Santiago y a su hermano Juan y se los llevó aparte a una montaña alta.
Se transfiguró delante de ellos y su rostro resplandecía como el sol y sus vestidos se volvieron blancos como la luz.
Y se les aparecieron Moisés y Elías conversando con él.
Pedro, entonces, tomó la palabra y dijo a Jesús:
- Señor, ¡qué hermoso es estar aquí! Si quieres, haré tres chozas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Todavía estaba hablando cuando una nube luminosa los cubrió con su sombra, y una voz desde la nube decía:
- Éste es mi Hijo, el amado, mi predilecto. Escuchadlo.
Al oírlo, los discípulos cayeron de bruces, llenos de espanto.
Jesús se acercó y tocándolos les dijo:
- Levantaos, no temáis.
Al alzar los ojos no vieron a nadie más que a Jesús solo.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
- No contéis a nadie la visión hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.

Palabra de Dios.

O Bien.

Lo mismo que la teofanía del bautismo a orillas del Jordán (Lc 3,21), la teofanía de la montaña tiene lugar mientras Jesús está haciendo oración. San Lucas evita la palabra «transfiguración», que para los paganos convertidos podía evocar las múltiples metamorfosis atribuidas a los dioses. Dice simplemente que «el aspecto de su rostro cambió», que mudó de apariencia. San Lucas es el único de los tres evangelistas que precisa el tema de conversación de Moisés y Elías con Jesús: su muerte, que próximamente «iba a consumar en Jerusalén» (Lc 24,51; Hch 1,2). Los tres discípulos no hablan en ese momento de lo que han visto, porque no comprenden su sentido. Será necesario que el mismo Jesús les explique, «comenzando por Moisés y siguiendo por los profetas», todo lo que se refería a él, y en particular cómo «era necesario que el Mesías padeciera esto para entrar en su gloria» (Lc 24,25-2 7).

Mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió.

Lectura del santo evangelio según san Lucas 9,28b-36

En aquel tiempo, Jesús cogió a Pedro, a Juan y a Santiago y subió a lo alto de la montaña para orar. Y, mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió, sus vestidos brillaban de blancos.
De repente, dos hombres conversaban con él: eran Moisés y Elías, que, apareciendo con gloria, hablaban de su muerte, que se iba a consumar en Jerusalén.
Pedro y sus compañeros se caían de sueño; y, espabilándose, vieron su gloria y a los dos hombres que estaban con él. Mientras éstos se alejaban, dijo Pedro a Jesús:
- Maestro, qué bien se está aquí. Haremos tres tiendas: una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
No sabía lo que decía.
Todavía estaba hablando, cuando llegó una nube que los cubrió. Se asustaron al entrar en la nube. Una voz desde la nube decía:
- Éste es mi Hijo, el escogido, escuchadle.
Cuando sonó la voz, se encontró Jesús solo. Ellos guardaron silencio y, por el momento, no contaron a nadie nada de lo que habían visto.

Palabra de Dios.

HOMILIA

Mateo 17,1-9

MIEDO A JESÚS

La escena conocida como "la transfiguración de Jesús" concluye de una manera inesperada. Una voz venida de lo alto sobrecoge a los discípulos: «Este es mi Hijo amado»: el que tiene el rostro transfigurado. «Escuchadle a él». No a Moisés, el legislador. No a Elías, el profeta. Escuchad a Jesús. Sólo a él.
«Al oír esto, los discípulos caen de bruces, llenos de espanto». Les aterra la presencia cercana del misterio de Dios, pero también el miedo a vivir en adelante escuchando sólo a Jesús. La escena es insólita: los discípulos preferidos de Jesús caídos por tierra, llenos de miedo, sin atreverse a reaccionar ante la voz de Dios.
La actuación de Jesús es conmovedora: «Se acerca» para que sientan su presencia amistosa. «Los toca» para infundirles fuerza y confianza. Y les dice unas palabras inolvidables: «Levantaos. No temáis». Poneos de pie y seguidme. No tengáis miedo a vivir escuchándome a mí.
Es difícil ya ocultarlo. En la Iglesia tenemos miedo a escuchar a Jesús. Un miedo soterrado que nos está paralizando hasta impedirnos vivir hoy con paz, confianza y audacia tras los pasos de Jesús, nuestro único Señor.
Tenemos miedo a la innovación, pero no al inmovilismo que nos está alejando cada vez más de los hombres y mujeres de hoy. Se diría que lo único que hemos de hacer en estos tiempos de profundos cambios es conservar y repetir el pasado. ¿Qué hay detrás de este miedo? ¿Fidelidad a Jesús o miedo a poner en "odres nuevos" el "vino nuevo" del Evangelio?
Tenemos miedo a unas celebraciones más vivas, creativas y expresivas de la fe de los creyentes de hoy, pero nos preocupa menos el aburrimiento generalizado de tantos cristianos buenos que no pueden sintonizar ni vibrar con lo que allí se está celebrando. ¿Somos más fieles a Jesús urgiendo minuciosamente las normas litúrgicas, o nos da miedo "hacer memoria" de él celebrando nuestra fe con más verdad y creatividad?
Tenemos miedo a la libertad de los creyentes. Nos inquieta que el pueblo de Dios recupere la palabra y diga en voz alta sus aspiraciones, o que los laicos asuman su responsabilidad escuchando la voz de su conciencia. En algunos crece el recelo ante religiosos y religiosas que buscan ser fieles al carisma profético que han recibido de Dios. ¿Tenemos miedo a escuchar lo que el Espíritu puede estar diciendo a nuestras iglesias? ¿No tememos apagar el Espíritu en el pueblo de Dios?
En medio de su Iglesia Jesús sigue vivo, pero necesitamos sentir con más fe su presencia y escuchar con menos miedo sus palabras: «Levantaos. No tengáis miedo».

José Antonio Pagola

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HOMILIA

Lucas 9,28b-36

ESCUCHAR A JESÚS

Los cristianos de todos los tiempos se han sentido atraídos por la escena llamada tradicionalmente "La transfiguración del Señor". Sin embargo, a los que pertenecemos a la cultura moderna no se nos hace fácil penetrar en el significado de un relato redactado con imágenes y recursos literarios, propios de una "teofanía" o revelación de Dios.
Sin embargo, el evangelista Lucas ha introducido detalles que nos permiten descubrir con más realismo el mensaje de un episodio que a muchos les resulta hoy extraño e inverosímil. Desde el comienzo nos indica que Jesús sube con sus discípulos más cercanos a lo alto de una montaña sencillamente "para orar", no para contemplar una transfiguración.
Todo sucede durante la oración de Jesús: "mientras oraba, el aspecto de su rostro cambió". Jesús, recogido profundamente, acoge la presencia de su Padre, y su rostro cambia. Los discípulos perciben algo de su identidad más profunda y escondida. Algo que no pueden captar en la vida ordinaria de cada día.
En la vida de los seguidores de Jesús no faltan momentos de claridad y certeza, de alegría y de luz. Ignoramos lo que sucedió en lo alto de aquella montaña, pero sabemos que en la oración y el silencio es posible vislumbrar, desde la fe, algo de la identidad oculta de Jesús. Esta oración es fuente de un conocimiento que no es posible obtener de los libros.
Lucas dice que los discípulos apenas se enteran de nada, pues "se caían de sueño" y solo "al espabilarse", captaron algo. Pedro solo sabe que allí se está muy bien y que esa experiencia no debería terminar nunca. Lucas dice que "no sabía lo que decía".
Por eso, la escena culmina con una voz y un mandato solemne. Los discípulos se ven envueltos en una nube. Se asustan pues todo aquello los sobrepasa. Sin embargo, de aquella nube sale una voz: "Este es mi Hijo, el escogido. Escuchadle". La escucha ha de ser la primera actitud de los discípulos.
Los cristianos de hoy necesitamos urgentemente "interiorizar" nuestra religión si queremos reavivar nuestra fe. No basta oír el Evangelio de manera distraída, rutinaria y gastada, sin deseo alguno de escuchar. No basta tampoco una escucha inteligente preocupada solo de entender.
Necesitamos escuchar a Jesús vivo en lo más íntimo de nuestro ser. Todos, predicadores y pueblo fiel, teólogos y lectores, necesitamos escuchar su Buena Noticia de Dios, no desde fuera sino desde dentro. Dejar que sus palabras desciendan de nuestras cabezas hasta el corazón. Nuestra fe sería más fuerte, más gozosa, más contagiosa.

José Antonio Pagola

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lunes, 25 de julio de 2016

31-07-2016 - 18º domingo Tiempo ordinario (C)

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El pasado 2 de octubre, José Antonio Pagola nos visitó en la Parroquia de San Pedro Apóstol de la Iglesia de Sopela, dándonos la conferencia:
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José Antonio Pagola: He recibido con satisfacción la resolución definitiva de la Congregación Romana para la Doctrina de la Fe sobre mi libro, Jesús.Aproximación histórica.

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18º domingo Tiempo ordinario (C)


EVANGELIO

Lo que has acumulado, ¿de quién será?

+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 12,13-21

En aquel tiempo, dijo uno del público a Jesús:
- Maestro, dile a mi hermano que reparta conmigo la herencia.
Él le contestó:
- Hombre, ¿quién me ha nombrado juez o árbitro entre vosotros?
Y dijo a la gente:
- Mirad: guardaos de toda clase de codicia. Pues aunque uno ande sobrado, su vida no depende de sus bienes.
Y les propuso una parábola:
- Un hombre rico tuvo una gran cosecha. Y empezó a echar cálculos: ¿qué haré? No tengo dónde almacenar la cosecha.
Y se dijo: haré lo siguiente: derribaré los graneros y construiré otros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: «Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años: túmbate, come, bebe y date buena vida».
Pero Dios le dijo: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?».
Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios.

Palabra de Dios.

HOMILIA

2015-2016 -
31 de julio de 2016

DESENMASCARAR LA INSENSATEZ

Necio… Así será el que amasa riquezas.

El protagonista de la pequeña parábola del "rico insensato" es un  terrateniente como aquellos que conoció Jesús en Galilea. Hombres poderosos que explotaban sin piedad a los campesinos, pensando sólo en aumentar su bienestar. La gente los temía y envidiaba: sin duda eran los más afortunados. Para Jesús, son los más insensatos.
Sorprendido por una cosecha que desborda sus expectativas, el rico propietario se ve obligado a reflexionar: «¿Qué haré?». Habla consigo mismo. En su horizonte no aparece nadie más. No parece tener esposa, hijos, amigos ni vecinos. No piensa en los campesinos que trabajan sus tierras. Sólo le preocupa su bienestar y su riqueza: mi cosecha, mis graneros, mis bienes, mi vida...
El rico no se da cuenta de que vive encerrado en sí mismo, prisionero de una lógica que lo deshumaniza vaciándolo de toda dignidad. Sólo vive para acumular, almacenar y aumentar su bienestar material: «Construiré graneros más grandes, y almacenaré allí todo el grano y el resto de mi cosecha. Y entonces me diré a mí mismo: Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come y date buena vida».
De pronto, de manera inesperada, Jesús le hace intervenir al mismo Dios. Su grito interrumpe los sueños e ilusiones del rico: «Necio, esta noche te van a exigir la vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?». Ésta es la sentencia de Dios: la vida de este rico es un fracaso y una insensatez.
Agranda sus graneros, pero no sabe ensanchar el horizonte de su vida. Acrecienta su riqueza, pero empequeñece y empobrece su vida. Acumula bienes, pero no conoce la amistad, el amor generoso, la alegría ni la solidaridad. No sabe dar ni compartir, sólo acaparar. ¿Qué hay de humano en esta vida?
La crisis económica que estamos sufriendo es una "crisis de ambición": los países ricos, los grandes bancos, los poderosos de la tierra... hemos querido vivir por encima de nuestras posibilidades, soñando con acumular bienestar sin límite alguno y olvidando cada vez más a los que se hunden en la pobreza y el hambre. Pero, de pronto nuestra seguridad se ha venido abajo.
Esta crisis no es una más. Es un "signo de los tiempos" que hemos de leer a la luz del evangelio. No es difícil escuchar la voz de Dios en el fondo de nuestras conciencias: "Basta ya de tanta insensatez y tanta insolidaridad cruel". Nunca superaremos nuestras crisis económicas sin luchar por un cambio profundo de nuestro estilo de vida: hemos de vivir de manera más austera; hemos de compartir más nuestro bienestar.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2012-2013 -
4 de agosto de 2013

CONTRA LA INSENSATEZ

Cada vez sabemos más de la situación social y económica que Jesús conoció en la Galilea de los años treinta. Mientras en las ciudades de Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes.
En un pequeño relato, conservado por Lucas, Jesús revela qué piensa de aquella situación tan contraria al proyecto querido por Dios, de un mundo más humano para todos. No narra esta parábola para denunciar los abusos y atropellos que cometen los terratenientes, sino para desenmascarar la insensatez en que viven instalados.
Un rico terrateniente se ve sorprendido por una gran cosecha. No sabe cómo gestionar tanta abundancia. “¿Qué haré?”. Su monólogo nos descubre la lógica insensata de los poderosos que solo viven para acaparar riqueza y bienestar, excluyendo de su horizonte a los necesitados.
El rico de la parábola planifica su vida y toma decisiones. Destruirá los viejos graneros y construirá otros más grandes. Almacenará allí toda su cosecha. Puede acumular bienes para muchos años. En adelante, solo vivirá para disfrutar:”túmbate, come, bebe y date buena vida”. De forma inesperada, Dios interrumpe sus proyectos: “Imbécil, esta misma noche, te van a exigir tu vida. Lo que has acumulado, ¿de quién será?”.
Este hombre reduce su existencia a disfrutar de la abundancia de sus bienes. En el centro de su vida está solo él y su bienestar. Dios está ausente. Los jornaleros que trabajan sus tierras no existen. Las familias de las aldeas que luchan contra el hambre no cuentan. El juicio de Dios es rotundo: esta vida solo es necedad e insensatez.
En estos momentos, prácticamente en todo el mundo está aumentando de manera alarmante la desigualdad. Este es el hecho más sombrío e inhumano: ”los ricos, sobre todo los más ricos, se van haciendo mucho más ricos, mientras los pobres, sobre todo los más pobres, se van haciendo mucho más pobres” (Zygmunt Bauman).
Este hecho no es algo normal. Es, sencillamente, la última consecuencia de la insensatez más grave que estamos cometiendo los humanos: sustituir la cooperación amistosa, la solidaridad y la búsqueda del bien común de la Humanidad por la competición, la rivalidad y el acaparamiento de bienes en manos de los más poderosos del Planeta.
Desde la Iglesia de Jesús, presente en toda la Tierra, se debería escuchar el clamor de sus seguidores contra tanta insensatez, y la reacción contra el modelo que guía hoy la historia humana.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2009-2010 – CON LOS OJOS FIJOS EN JESÚS
1 de agosto de 2010

DESENMASCARAR LA INSENSATEZ

(Ver homilía del ciclo C - 2015-2016)

José Antonio Pagola

HOMILIA

2006-2007 – HACERNOS DISCÍPULOS DE JESÚS
5 de agosto de 2007

INSENSATEZ TOTAL

Un hombre rico tuvo una gran cosecha.

Jesús conoció en Galilea una grave crisis socio-económica. Mientras en Séforis y Tiberíades crecía la riqueza, en las aldeas aumentaba el hambre y la miseria. Los campesinos se quedaban sin tierras y los terratenientes construían silos y graneros cada vez más grandes y hermosos. ¿Qué pensaba Jesús de aquella situación?
Como siempre, habló con toda claridad en una pequeña parábola. Un rico terrateniente se vio sorprendido por una cosecha que superaba todas sus expectativas. Ante el inesperado problema, sólo se pregunta una cosa: ¿Qué haré? Eso se preguntan también los campesinos pobres que escuchan a Jesús: ¿Qué hará?, ¿se acordará de los que viven de hambre?
Pronto toma una decisión de hombre poderoso: no construirá un granero más. Los destruirá todos y construirá otros nuevos y más grandes. Sólo él disfrutará de aquella inesperada cosecha: «túmbate, come, bebe y date buena vida». Es lo más inteligente. Los pobres no piensan así. Este hombre es cruel e inhumano: ¿no sabe que, acaparando para sí toda la cosecha, está privando a otros de lo que necesitan para vivir?
De forma inesperada interviene Dios. Aquel rico morirá esa noche sin disfrutar de sus bienes. Por eso, Dios lo llama «necio» y hace una pregunta: «lo que ha acumulado, ¿de quién será?». Los pobres no tienen duda alguna: esas cosechas con qué Dios bendice los campos de Israel, ¿no han de ser antes que nadie de los más pobres?
La parábola desenmascara la realidad de Galilea. El rico no es un monstruo; hace lo habitual. Los poderosos sólo piensan en su bienestar. Siempre es así. Los ricos van acaparando cada vez más bienes y los pobres se van hundiendo cada vez más en la miseria. Son «imbéciles»: destruyen la vida de los pobres y no pueden asegurar la suya.
Ésta es la verdad que el Primer Mundo no puede ya ocultar ni disimular: nos creemos sociedades inteligentes, democráticas y progresistas y sólo somos unos «insensatos» crueles e inhumanos, que viven de la miseria de millones de seres humanos, de la que, en buena parte, somos responsables por nuestra injusticia, indiferencia o prepotencia.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2003-2004 – A QUIÉN IREMOS
1 de agosto de 2004

NECIOS

Necio… Así será el que amasa riquezas.

Uno de los rasgos más llamativos en la predicación de Jesús, es, quizás, la lucidez con que ha sabido desenmascarar todo el poder alienante y deshumanizador que se puede encerrar en las riquezas.
La visión de Jesús no es la de un moralista que se preocupa de saber cómo adquirimos nuestros bienes y cómo los usamos. El riesgo de quien vive disfrutando de sus riquezas es olvidar su condición de hijo de un Dios Padre y de hermano de todos los hombres.
De ahí el grito de alerta de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero». No puede un hombre ser fiel a un Dios Padre, que busca la justicia, la solidaridad y la fraternidad de todos los hombres, y, al mismo tiempo, vivir pendiente de sus bienes y riquezas.
El dinero puede dar poder, fama, prestigio, seguridad, bienestar..., pero, en la medida en que esclaviza a la persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar en la vida de un hombre dominado por el dinero.
La raíz profunda está en que las riquezas despiertan en nosotros la necesidad insaciable de tener siempre más. Y entonces crece en la persona la necesidad de acumular, capitalizar, y poseer siempre más y más.
Jesús considera como una verdadera locura, insensatez y alienación la vida de aquellos terratenientes de Palestina, obsesionados por almacenar sus cosechas en graneros cada vez más grandes. Es una verdadera idiotez consagrar todas las energías, la imaginación, el tiempo y los mejores esfuerzos a adquirir y conservar nuestras propias riquezas.
Cuando, al final de la vida, Dios se acerca al rico para recoger su vida, se pone de manifiesto que la ha malgastado. Su vida carece de contenido y valor. «Necio... Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».
Un día el pensamiento cristiano descubrirá con una claridad que quizás hoy no nos resulta tan diáfana, la profunda contradicción que existe entre el espíritu que anima al capitalismo y el espíritu que anima el proyecto de vida intentado y querido por Jesús. Y esta contradicción no se resuelve ni con la profesión de fe de quienes viven con espíritu capitalista ni con toda la beneficencia que puedan hacer con sus ganancias.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2000-2001 – BUSCAR LAS RAÍCES
5 de agosto de 2001

DE MANERA INTELIGENTE

Necio.

«Túmbate, come, bebe y date buena vida»: ésta consigna del hombre rico de la parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no pocos a lo largo de la historia, pero hoy se vive a gran escala y bajo una presión social tan fuerte que es difícil cultivar un estilo de vida más sobrio y sano.
Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a disfrutar de productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: «date buena vida». A través de las marcas y modelos de los más variados objetos lo que se nos ofrece es juventud, elegancia, seguridad, feminidad o virilidad, naturalidad, poder, vitalidad. La vida la hemos de alimentar en el consumo.
Otro factor decisivo en la marcha de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos corrientes y gustos fluctuantes. Lo nuevo es el «imperio de la moda» que se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna. Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan los comportamientos de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda van sustituyendo a la Iglesia, la familia o la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir y a satisfacer las «necesidades artificiales» del momento.
Otro rasgo que marca el estilo moderno de vida es la seducción de los sentidos y el cuidado de lo externo. Hay que atender el cuerpo, la línea, el peso, la gimnasia y los chequeos; hay que aprender terapias y remedios nuevos; hay que seguir de cerca los programas de consejos médicos y culinarios. Hay que aprender a «sentirse bien» con uno mismo y con los demás; hay que saber moverse de manera hábil en el campo del sexo: conocer todas las formas de posible disfrute, gozar y acumular experiencias nuevas.
Sería un error «satanizar» esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no sería menos equivocado dejarse arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo reduciendo la existencia a puro bienestar material. La parábola evangélica invita a descubrir la insensatez que se puede encerrar en este planteamiento de la vida.
Para acertar en la vida no basta pasarlo bien. El ser humano no es sólo un animal hambriento de placer y bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad y la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad. Es inútil quejarse de la sociedad actual. Lo importante es actuar de manera inteligente.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1997-1998 – UN CAMINO DIFERENTE
2 de agosto de 1998

VIVIR MOTIVADOS

Guardaos de toda codicia.

Las recientes y abundantes investigaciones en torno a la motivación no hacen sino subrayar cada vez más su importancia. No basta que el individuo posea una personalidad brillante o unas cualidades admirables. Sólo la persona bien motivada llegará más lejos y crecerá de manera creativa.
Todos actuamos en la vida «motivados» de alguna manera por unos objetivos o una meta. A veces son motivaciones claras, bien conocidas por nosotros. Otras, pueden estar más ocultas y permanecer incluso como enmascaradas. A veces son convicciones enraizadas en lo más hondo de nuestro ser. Otras, son más bien «motivaciones prestadas» que nos llevan actuar gregariamente imitando a otros.
Por todo ello, es importante hacerse en algún momento preguntas como éstas: «¿por qué hago esto?», «¿por qué vivo así?», «¿para qué vivo de esta manera?», «¿qué busco con todo esto?». La motivación que se esconde tras estas preguntas es la que, de hecho, nos va ir configurando a lo largo de los años.
Una motivación sana mantiene viva a la persona, la hace crecer, alimenta su creatividad. Por otra parte, estar motivado significa vivir esperanzado. Lo primero que deteriora la depresión es la motivación. Desmotivado no se puede vivir con ilusión; la persona cae en la tristeza, el aburrimiento y la oscuridad.
También en la vivencia de la fe religiosa es importante la motivación. Cuando se vive con «motivaciones prestadas» porque falta una experiencia personal de Dios o sólo se conoce su amor «de oídas», es fácil que la religión se convierta en un comportamiento externo que se vive sin ilusión alguna y que fácilmente puede apagarse cualquier día.
La parábola del «rico insensato» describe la vida de un hombre motivados sólo por un objetivo: ganar y enriquecerse; y, a partir de esto, «comer, beber y darse buena vida». ¿No es esta la motivación secreta de muchas vidas, privadas de cualquier ideal más noble? Vidas gastadas en ganar dinero, ajenas totalmente al Dios del amor. Jesús las considera vidas «necias».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1994-1995 – VIVIR DESPIERTOS
1995

¿DE QUE SIRVE?

Necio.

Entre nosotros se ha extendido ampliamente la convicción de que lo importante para vivir intensamente es «obtenerlo todo y ahora mismo». Una educación excesivamente permisiva, una falta casi total de autodisciplina, un ambiente social lleno de estímulos que empujan sólo a ganar, gozar, gastar y disfrutar, el miedo a no vivir a tope, el deseo de no aparecer como fracasados o reprimidos.., está llevando a no pocos a un estilo de vida donde la renuncia no tiene ya lugar alguno.
Sin embargo, son bastantes los que comienzan a constatar que no es ése el camino acertado para vivir en plenitud. Cuando, sistemáticamente, vamos satisfaciendo nuestros deseos de manera inmediata, no crecemos interiormente. La persona no acierta a saborear la satisfacción obtenida. El espíritu no se aquieta. Siempre surge un nuevo deseo más apremiante y excitante que el anterior.
Se comienza entonces a vivir en tensión, sin saber ya cómo saciar apetencias y ambiciones nuevas. La existencia se convierte en una carrera donde lo único que llena es tener siempre más y disfrutar con mayor intensidad. Pero, lograda la satisfacción, llega de nuevo con frecuencia el vacío, el decaimiento o el hastío. Y de nuevo, vuelta a empezar atrapados en una trampa que no tiene fin. Quizás esta experiencia pueda ayudar a entender mejor las palabras de Jesús. « ¿De qué le sirve al hombre ganar el mundo entero, si malogra su vida? ¿O qué podrá dar para recobrarla? »
Lo queramos o no, el ser humano no está hecho para quedar satisfecho con cualquier cosa. El hombre madura y crece como persona cuando sabe renunciar a la satisfacción inmediata y caprichosa de sus deseos en aras de una libertad, unos valores y una plenitud de vida más noble y más digna.
Más aún, Si uno quiere obtenerlo todo ahora, inmediatamente, a cualquier precio y de cualquier manera, corre el riesgo de perderse definitivamente. La vida es más que esta vida. No basta pasarse esta vida estrujándola al máximo. Lo decisivo es vivir buscando una vida plena y eterna. La vida de un hombre que vive sólo para acumular, comer, beber y darse buena vida es, según la parábola de Jesús, una «necedad».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1991-1992 – SIN PERDER LA DIRECCIÓN
2 de agosto de 1992

ACUMULAR

Guardaos de toda codicia.

Muchas cosas han cambiado en poco tiempo sobre nuestro pequeño planeta. Ha quedado atrás el enfrentamiento entre superpotencias. Al Este ya no hay enemigos sino aliados. Desacreditado el sistema marxista, conquistan el consenso universal, el mercado libre y la sociedad de consumo.
Lo importante ahora es diseñar un nuevo orden internacional. Concentrar todos los esfuerzos en reconstruir nuestro viejo solar continental. Esa Europa comunitaria que se ha convertido en la meta hacia la que hay que avanzar con decisión.
Pero se olvida que, de nuevo, el gran perdedor es el Tercer Mundo. Según todos los indicios, los marginados de la tierra se quedan sin asidero ideológico y sin futuro revolucionario. Y, por otra parte, «solidaridad» es una palabra demasiado larga e incómoda para tener cabida en la vida trepidante de Occidente.
Ya cayó el muro de Berlín, y hemos de felicitarnos por ello, pero ese otro muro, el que separa al mundo pobre del mundo rico, está más alto y mejor vigilado que nunca.
Ahí siguen boyantes el intercambio desigual, la extorsión financiera, el monopolio de la tecnología y de la información científica, el envío de residuos radiactivos y basuras peligrosas que nadie quiere. Sin embargo, apenas se habla ya de imperialismo, y es que ahora «los imperialistas» somos nosotros.
Por otra parte, comienza a tomar cuerpo en Europa un «apartheid» universal ante quienes no pertenecen a nuestra comunidad. Brotes de racismo, intolerancia y discriminación, cada vez más frecuentes, castigan a los intrusos que saltan el muro con el que tratamos de defender nuestra «Europa de los mercaderes».
Casi sin darnos cuenta, Occidente va cayendo en una alarmante mezquindad e insolidaridad. Nos preocupa el colesterol, y olvidamos el hambre y la miseria de ese Tercer Mundo, cada vez más molesto y desagradable.
Hablando recientemente de este «eclipse de la solidaridad», Mario Benedetti decía que «la propia Iglesia restringe su solidaridad a la parcela de las oraciones». Ciertamente no es así. Y para desmentirlo ahí están esos miles y miles de misioneros extendidos por todo el mundo conviviendo con los más pobres de la Tierra.
Pero, tal vez, hay algo cierto en las palabras del escritor uruguayo. Mientras tantos misioneros se desviven por un desarrollo más humano del Tercer Mundo, nosotros nos contentamos a menudo con celebrar fechas como el Domund rezando una oración distraída o aquilatando el donativo que tranquilizará nuestra conciencia.
La parábola del rico insensato que vive acumulando riquezas y echando a perder su vida, puede estar dirigida directamente a nosotros. Nos preocupamos mucho por mejorar nuestro nivel de vida, pero, ¿no es una vida cada vez menos solidaria y, por tanto, menos humana?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1988-1989 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
6 de agosto de 1989

NECIOS

Necio.

Los grandes almacenes y supermercados que han ido surgiendo entre nosotros son, sin duda, uno de los símbolos más esclarecedores de la vida contemporánea.
Pocos lugares más apropiados para observar al hombre de hoy sumergiéndose en ese universo de objetos, tratando de encontrar en las cosas la identidad que no es capaz de descubrir en sí mismo.
Se diría que las palabras del rico de la parábola se han convertido en consigna general: “Hombre, tienes bienes acumulados para muchos años; túmbate, come, bebe y date buena vida”.
Y eso es todo: adquirir el último modelo, beber el mejor vino, poseer el aparato más sofisticado, pasar las vacaciones en la playa de moda.
Siempre ha sido tentador para los hombres dejarse llevar por el disfrute, incontrolado de las cosas. Lo que resulta sorprendente en esta sociedad es ver a tantas personas que creen encontrar en ese estilo de vida su auténtica personalidad.
Hombres y mujeres que, tal vez, quedarían desconcertados si conocieran aquella observación del famoso economista Galbraith: «Para estudiar en profundidad toda la gama de la angustia, lo mejor que podría hacer el psiquiatra es irse a observar a un supermercado».
Gentes que no aceptarían la crítica radical de E. Fromm al consumidor de la sociedad occidental “eterno niño de pecho que llora reclamando su biberón”.
Personas que no se avergüenzan de ese “consumo ostentoso” estudiado hace muchos años por Veblen, y encaminado únicamente a impresionar a los demás. Hombres y mujeres que se atreven a exhibirse con una aureola especial sólo porque poseen el último modelo o el más sofisticado o el más costoso, sin darse cuenta de que esos “objetos’ no son sino “prótesis” ridículas donde pretenden apoyar una personalidad mutilada.
Jesús lo volvería a repetir. “NECIOS”. Necios todos nosotros si no sabemos encontrar metas más humanas a nuestra vida. Necios si no sabemos descubrir cuáles son nuestras verdaderas necesidades.
Necios y “criminales”, pues todo esto sucede mientras en el mundo cien mil personas mueren diariamente de hambre, según cifras facilitadas por la UNESCO.
Ciertamente, cada uno podemos muy poco ante el hambre que asola a tantos países del Tercer Mundo. Pero son dos hombres muy diferentes, el que vive creando necesidades cada vez más artificiales en su entorno, y el que vive preguntándose cómo colaborar en cualquier acción o campaña encaminada a promover una mayor solidaridad entre los hombres y entre los pueblos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1985-1986 – BUENAS NOTICIAS
3 de agosto de 1986

ALGO MÁS QUE UN SISTEMA

Lo que has acumulado, ¿de quién será?...

Alguien ha dicho que «todos los hombres somos espontáneamente capitalistas». Lo cierto es que la sed de poseer sin límites no es exclusiva de una época ni de un sistema social, sino que descansa en el mismo hombre, cualquiera que sea el sector social al que pertenezca.
El sistema capitalista lo que hace es desarrollar esta tendencia innoble del hombre en lugar de combatirla y favorecer una convivencia más solidaria y fraterna.
Lo estamos viendo todos los días. El móvil que guía a la empresa capitalista es crear la mayor diferencia posible entre el precio de venta del producto y el costo de producción.
Pero es que este móvil guía la conducta de casi toda la sociedad. El máximo beneficio posible y la acumulación indefinida de riqueza son algo aceptado por la mayoría de los cristianos como principio indiscutible que orienta su comportamiento práctico en la vida diaria.
Por otra parte, el capitalismo, lejos de promover la comunión y la solidaridad, favorece la dominación de unos sobre otros y tiende a crear y reforzar la lucha de clases.
Pero este mismo espíritu lo podemos observar ya en muchos «trabajadores» cuyos ingresos y régimen de gastos en nada ceden a los de los más aventajados capitalistas.
Basta verlos gritar sus propias reivindicaciones ahondando cada vez más el abismo clasista que los separa de sus compañeros (?) en paro.
El replegamiento egoísta sobre los propios bienes, el consumo indiscriminado y sin límites, la lucha implacable por el propio bienestar, el olvido sistemático de las víctimas más afectadas por la crisis, son signos de una posición «capitalista» por muchas confesiones de «socialismo» que puedan salir de nuestros labios.
«El hombre occidental se ha hecho materialista hasta en su pensamiento, en una sobrevaloración morbosa del dinero y la propiedad, del poder y la riqueza» (Ph. Bosmans).
Se pretende llenar el vacío interior con la posesión de cosas. La codicia y el afán de poder son «drogas aprobadas socialmente».
Es nuestra gran equivocación. Lo ha gritado Jesús con firmeza contundente. Es una necedad vivir teniendo como único horizonte «unos graneros donde poder seguir almacenando cosechas». Es signo de nuestra gran pobreza interior.
Aunque no nos lo creamos, el dinero nos puede empobrecer. Vivir acumulando, puede ser el fin de todo goce humano, el fin de toda alegría de vivir, el fin de todo verdadero amor.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1982-1983 – APRENDER A VIVIR
31 de julio de 1983

LA NECEDAD .DEL «CAPITALISTA»

Necio... Así será el que amasa riquezas.

Uno de los rasgos más llamativos en la predicación de Jesús, es, quizás, la lucidez con que ha sabido desenmascarar todo el poder alienante y deshumanizador que se puede encerrar en las riquezas.
La visión de Jesús no es la de un moralista que se preocupara de saber cómo adquirimos nuestros bienes y cómo los usamos. El riesgo de quien vive disfrutando de sus riquezas es olvidar su condición de hijo de un Dios Padre y de hermano de todos los hombres.
De ahí el grito de alerta de Jesús: «No podéis servir a Dios y al dinero». No puede un hombre ser fiel a un Dios Padre, que busca la justicia, la solidaridad y la fraternidad de todos los hombres, y, al mismo tiempo, vivir pendiente de sus bienes y riquezas.
El dinero puede dar poder, fama, prestigio, seguridad, bienestar...; pero, en la medida en que esclaviza a la persona, la cierra a Dios Padre, la hace olvidar su condición de hombre y hermano, y la lleva a romper la solidaridad con los otros. Dios no puede reinar en la vida de un hombre dominado por el dinero.
La raíz profunda está en que las riquezas despiertan en nosotros la necesidad insaciable de tener siempre más. Y entonces crece en el hombre la necesidad de acumular, capitalizar, y poseer siempre más y más.
Jesús considera como una verdadera locura, insensatez y alienación la vida de aquellos terratenientes de Palestina, obsesionados por almacenar sus cosechas en graneros cada vez más grandes.
Es una verdadera idiotez consagrar todas las energías, la imaginación, el tiempo y nuestros mejores esfuerzos a adquirir y conservar nuestras propias riquezas.
Cuando, al final de la vida, Dios se acerca al rico para recoger su vida, se pone de manifiesto que la ha malgastado. Su vida carece de contenido y valor. «Necio... Así será el que amasa riquezas para sí y no es rico ante Dios».
Un día el pensamiento cristiano descubrirá, con una claridad que quizás hoy no nos. resulta tan diáfana, la profunda contradicción que existe entre el espíritu que anima el capitalismo y el espíritu que anima el proyecto de vida intentado y querido por Jesús.
Y esta contradicción no se resuelve ni con la profesión verbal de fe de quienes viven con espíritu capitalista ni con toda la beneficencia que puedan hacer con sus ganancias.

José Antonio Pagola

HOMILIA

DE MANERA INTELIGENTE

«Túmbate, come, bebe y date buena vida»: ésta consigna del hombre rico de la parábola evangélica no es nueva. Ha sido el ideal de no pocos a lo largo de la historia, pero hoy se vive a gran escala y bajo una presión social tan fuerte que es difícil cultivar un estilo de vida más sobrio y sano.
Hace tiempo que la sociedad moderna ha institucionalizado el consumo: casi todo se orienta a disfrutar de productos, servicios y experiencias siempre nuevas. La consigna del bienestar es clara: «date buena vida».
A través de las marcas y modelos de los más variados objetos lo que se nos ofrece es juventud, elegancia, seguridad, feminidad o virilidad, naturalidad, poder, vitalidad. La vida la hemos de alimentar en el consumo.
Otro factor decisivo en la marcha de la sociedad actual es la moda. Siempre ha habido en la historia de los pueblos corrientes y gustos fluctuantes. Lo nuevo es el «imperio de la moda» que se ha convertido en el guía principal de la sociedad moderna. Ya no son las religiones ni las ideologías las que orientan los comportamientos de la mayoría. La publicidad y la seducción de la moda van sustituyendo a la Iglesia, la familia o la escuela. Es la moda la que nos enseña a vivir y a satisfacer las «necesidades artificiales» del momento.
Otro rasgo que marca el estilo moderno de vida es la seducción de los sentidos y el cuidado de lo externo. Hay que atender el cuerpo, la línea, el peso, la gimnasia y los chequeos; hay que aprender terapias y remedios nuevos; hay que seguir de cerca los programas de consejos médicos y culinarios. Hay que aprender a «sentirse bien» con uno mismo y con los demás; hay que saber moverse de manera hábil en el campo del sexo: conocer todas las formas de posible disfrute, gozar y acumular experiencias nuevas.
Sería un error «satanizar» esta sociedad que ofrece tantas posibilidades para cuidar las diversas dimensiones del ser humano y para desarrollar una vida integral e integradora. Pero no sería menos equivocado dejarse arrastrar frívolamente por cualquier moda o reclamo reduciendo la existencia a puro bienestar material. La parábola evangélica invita a descubrir la insensatez que se puede encerrar en este planteamiento de la vida.
Para acertar en la vida no basta pasarlo bien. El ser humano no es sólo un animal hambriento de placer y bienestar. Está hecho también para cultivar el espíritu, conocer la amistad y la ternura, experimentar el misterio de lo transcendente, agradecer la vida, vivir la solidaridad. Es inútil quejarse de la sociedad actual.
Lo importante es actuar de manera inteligente.

José Antonio Pagola



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