lunes, 16 de enero de 2012

22/01/2012 - 3º domingo Tiempo ordinario (B)

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Homilias de José Antonio Pagola

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22 de enero de 2012

3º domingo Tiempo ordinario (B)



EVANGELIO

Convertíos y creed en el Evangelio.

+ Lectura del santo evangelio según san Marcos 1, 14-20

Cuando arrestaron a Juan, Jesús se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios. Decía:

- «Se ha cumplido el plazo, está cerca el reino de Dios: convertíos y creed en el Evangelio.»

Pasando junto al lado de Galilea, vio a Simón y a su hermano Andrés, que eran pescadores y estaban echando el copo en el lago.

Jesús les dijo:«Venid conmigo y os haré pescadores de hombres.»
Inmediatamente dejaron las redes y lo siguieron.
Un poco más adelante vio a Santiago, hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, que estaban en la barca repasando las redes. Los llamó, dejaron a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros y se marcharon con él.
Palabra de Dios.

HOMILIA

2011-2012 -
22 de enero de 2012



OTRO MUNDO ES POSIBLE



No sabemos con certeza cómo reaccionaron los discípulos del Bautista cuando Herodes Antipas lo encarceló en la fortaleza de Maqueronte. Conocemos la reacción de Jesús. No se ocultó en el desierto. Tampoco se refugió entre sus familiares de Nazaret. Comenzó a recorrer las aldeas de Galilea predicando un mensaje original y sorprendente.
El evangelista Marcos lo resume diciendo que «marchó a Galilea proclamando la Buena Noticia de Dios». Jesús no repite la predicación del Bautista, ni habla de su bautismo en el Jordán. Anuncia a Dios como algo nuevo y bueno. Este es su mensaje.
«Se ha cumplido el plazo». El tiempo de espera que se vive en Israel ha acabado. Ha terminado también el tiempo del Bautista. Con Jesús comienza una era nueva. Dios no quiere dejarnos solos ante nuestros problemas, sufrimientos y desafíos. Quiere construir junto con nosotros un mundo más humano.
«Está cerca el reino de Dios». Con una audacia desconocida, Jesús sorprende a todos anunciando algo que ningún profeta se había atrevido a declarar: "Ya está aquí Dios, con su fuerza creadora de justicia, tratando de reinar entre nosotros". Jesús experimenta a Dios como una Presencia buena y amistosa que está buscando abrirse camino entre nosotros para humanizar nuestra vida.
Por eso, toda la vida de Jesús es una llamada a la esperanza. Hay alternativa. No es verdad que la historia tenga que discurrir por los caminos de injusticia que le trazan los poderosos de la tierra. Es posible un mundo más justo y fraterno. Podemos modificar la trayectoria de la historia.
«Convertíos». Ya no es posible vivir como si nada estuviera sucediendo. Dios pide a sus hijos e hijas colaboración. Por eso grita Jesús: "Cambiad de manera de pensar y de actuar". Somos las personas las que primero hemos de cambiar. Dios no impone nada por la fuerza, pero está siempre atrayendo nuestras conciencias hacia una vida más humana.
«Creed en esta Buena Noticia». Tomadla en serio. Despertad de la indiferencia. Movilizad vuestras energías. Creed que es posible humanizar el mundo. Creed en la fuerza liberadora del Evangelio. Creed que es posible la transformación. Introducid en el mundo la confianza.
¿Qué hemos hecho de este mensaje apasionante Jesús? ¿Cómo lo hemos podido olvidar? ¿Con qué lo hemos sustituido? ¿En qué nos estamos entreteniendo si lo primero es "buscar el reino de Dios y su justicia"? ¿Cómo podemos vivir tranquilos observando que el proyecto creador de Dios de una tierra llena de paz y de justicia está siendo aniquilado por los hombres?

José Antonio Pagola

HOMILIA

2008-2009 -
25 de enero de 2009

IR DETRÁS DE JESÚS

Cuando el Bautista fue detenido, Jesús vino a Galilea y comenzó a «proclamar la Buena Noticia de Dios». Según Marcos, no enseña propiamente una doctrina para que sus discípulos la aprendan y difundan correctamente. Jesús anuncia un acontecimiento que está ya ocurriendo. Él lo está ya viviendo y quiere compartir su experiencia con todos.
Marcos resume así su mensaje: «Se ha cumplido el plazo»: ya no hay que mirar hacia atrás. «Está cerca el reino de Dios»: pues quiere construir un mundo más humano. «Convertíos»: no podéis seguir como si nada estuviera ocurriendo; cambiad vuestra manera de pensar y de actuar. «Creed en esta Buena Noticia». Este proyecto de Dios es la mejor noticia que podéis escuchar.
Después de este solemne resumen, la primera actuación de Jesús es buscar colaboradores para llevar adelante su proyecto. Jesús va «pasando junto al lago de Galilea». Ha comenzado su camino. Es un profeta itinerante que busca seguidores para hacer con ellos un recorrido apasionante: vivir abriendo caminos al reino de Dios. No es un rabino sentado en su cátedra, que busca alumnos para formar una escuela religiosa. Ser cristiano no es aprender doctrinas, sino seguirle a Jesús en su proyecto de vida.
El que toma la iniciativa es siempre Jesús. Se acerca, fija su mirada en aquellos cuatro pescadores y los llama a dar una orientación nueva a sus vidas. Sin su intervención, no nace nunca un verdadero cristiano. Los creyentes hemos de vivir con más fe la presencia viva de Cristo y su mirada sobre cada uno de nosotros. Si no es él, ¿quién puede dar una nueva orientación a nuestras vidas?
Pero lo más decisivo es escuchar desde dentro su llamada: «Venid detrás de mí». No es tarea de un día. Escuchar esta llamada significa despertar la confianza en Jesús, reavivar nuestra adhesión personal a él, tener fe en su proyecto, identificarnos con su programa, reproducir en nosotros sus actitudes… y, de esta manera, ganar más personas para su proyecto.
Éste podría ser hoy un buen lema para una comunidad cristiana: ir detrás de Jesús. Ponerlo al frente de todos. Recordarlo cada domingo como el líder que va por delante de nosotros. Generar una nueva dinámica. Centrarlo todo en seguir más de cerca a Jesucristo. Nuestras comunidades cristianas se transformarían. La Iglesia sería diferente.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2005-2006 – POR LOS CAMINOS DE JESÚS
22 de enero de 2006

LO DEMÁS ES RELATIVO

El reino de Dios está cerca.

Se han escrito obras muy importantes para definir con precisión dónde está la «esencia del cristianismo». Sin embargo, para conocer el centro de la fe cristiana, no hay que acudir a ninguna teoría teológica. Lo primero es captar qué fue para Jesús su objetivo, el centro de su vida, lo absoluto, la causa a la que se dedicó en cuerpo y alma.
Nadie duda hoy de que el evangelio de Marcos lo ha resumido acertadamente con estas palabras: «El reino de Dios está cerca. Convertíos y creed esta Buena Noticia». El objetivo de Jesús fue introducir en el mundo lo que él llamaba «el reino de Dios»: una sociedad estructurada de manera justa y digna para todos, tal como la quiere Dios.
Cuando Dios reina en el mundo, la humanidad progresa en justicia, solidaridad, compasión, fraternidad y paz. A esto se dedicó Jesús con verdadera pasión. Por ello fue perseguido, torturado y ejecutado. «El reino de Dios» fue lo absoluto para él.
La conclusión es evidente: la fuerza, el motor, el objetivo, la razón y el sentido último del cristianismo es «el reino de Dios», no otra cosa. El criterio para medir la identidad de los cristianos, la verdad de una espiritualidad o el valor de lo que hace la Iglesia es siempre «el reino de Dios».
La única manera de mirar la vida como la miraba Jesús, la única forma de sentir las cosas como las sentía él, el único modo de actuar como él actuaba, es orientar la vida a construir un mundo más humano. Sin embargo, muchos cristianos no han oído hablar así del «reino de Dios». Y no pocos teólogos lo hemos tenido que ir descubriendo poco a poco a lo largo de nuestra vida.
Una de las herejías más graves que se han ido introduciendo en el cristianismo es hacer de la Iglesia lo absoluto. Pensar que la Iglesia es lo central, la realidad ante la cual todo lo demás ha de quedar subordinado; hacer de la Iglesia el «sustitutivo» del reino de Dios; trabajar por la Iglesia y preocupamos de sus problemas, olvidando el sufrimiento que hay en el mundo y la lucha por una organización más justa de la vida.
No es fácil mantener un cristianismo orientado según el reino de Dios, pero cuando se trabaja en esa dirección, la fe se transforma, se hace más creativa y, sobre todo, más evangélica y cristiana.

José Antonio Pagola

HOMILIA

2002-2003 – REACCIONAR
26 de enero de 2003

SED ITINERANTES

Se marchó a Galilea a proclamar el Evangelio de Dios.

Jesús fue un profeta itinerante. No permaneció predicando en el desierto del Jordán. No se quedó en su aldea de Nazaret. Tampoco se instaló en Cafarnaúm donde vivió algún tiempo. Su estilo era otro: recorrer los pueblos comunicando su experiencia de un Dios bueno. Esta manera de actuar no era casual. Respondía a una estrategia bien pensada y tenía un hondo significado que los investigadores tratan hoy de captar.
Jesús no quería que el pueblo marchara al Jordán a prepararse piel juicio inminente de Dios. Sería él mismo quién los visitarla, aldea por aldea, invitando a todos a acoger a Dios que irrumpía en sus vidas. No tenían que peregrinar a ninguna parte. Era Dios quien venía a sus casas.
Jesús recorrió los pequeños pueblos de Galilea pero, al parecer, no entró nunca en las grandes ciudades como Séforis o Tiberíades. El anuncio de Dios tenía que comenzar allí donde el pueblo estaba más enfermo y abatido, despojado del derecho a disfrutar dignamente de su tierra.
Su vida itinerante en medio de aquellas gentes era símbolo de su libertad. Jesús no tiene casa ni tierra alguna. No lleva consigo ninguna moneda con la imagen del César. No tiene que responder ante ningún recaudador. Él es el primero que se ha salido del imperio de Roma para entrar confiadamente en el reino de Dios. Lo dice abiertamente: «No tengo dónde reclinar mi cabeza».
Jesús no se instala en ningún lugar. El reino de Dios no tendrá un centro geográfico de poder desde el que pueda ser controlado. No es como el imperio gobernado por Tiberio desde Roma ni como la religión judía vigilada por los sumos sacerdotes desde el Templo de Jerusalén.
El Dios de Jesús sólo puede ser anunciado en contacto - directo y estrecho con las gentes más necesitadas de vida y dignidad, desde una estrategia alejada del poder, por hombres y mujeres que se mueven con libertad frente a cualquier sistema imperialista. El evangelio apócrifo de Tomás atribuye a Jesús estas palabras: «Sed itinerantes». Según algunos autores, sería un dicho auténtico de Jesús. ¿Es posible volver al movimiento itinerante creado por Jesús?

José Antonio Pagola

HOMILIA

1999-2000 – COMO ACERTAR
23 de enero de 2000

LIBERAR LA VIDA

Convertíos.

«Convertíos porque está cerca el Reino de Dios». ¿Qué pueden decirle estas palabras a un hombre o una mujer de nuestros días? A nadie nos atrae ofr una llamada a la conversión. Pensamos enseguida en algo costoso y poco agradable: una ruptura que nos llevaría a una vida poco atractiva y deseable, llena sólo de sacrificios y renuncia. ¿Es realmente así?
Para comenzar, el verbo griego que se traduce por «convertirse» significa en realidad «ponerse a pensar», «revisar el enfoque de nuestra vida», «reajustar la perspectiva». Las palabras de Jesús se podrían escuchar así: «Mirad si no tenéis que revisar y reajustar algo en vuestra manera de pensar y de actuar para que se cumplan en vosotros los sueños de Dios».
Si esto es así, lo primero que hay que revisar es aquello que bloquea nuestra vida. Convertirse es «liberar la vida» eliminando miedos, egoísmos, tensiones y esclavitudes que nos impiden crecer de manera sana y armoniosa. La conversión que no produce paz y alegría no es auténtica. No nos está acercando a Dios.
Hemos de revisar luego si cuidamos bien las raíces. Las grandes decisiones no sirven de nada si no alimentamos las fuentes. No se nos pide una fe sublime ni una vida perfecta; sólo que vivamos confiando en la grandeza del amor que Dios nos tiene. Convertirse no es empeñarse en ser santo, sino aprender a vivir distendido y en paz con Dios. Sólo entonces puede comenzar en nosotros una verdadera transformación.
La vida nunca es plenitud ni éxito total. Hemos de aceptar lo «inacabado», lo que nos humilla, lo que no acertamos a corregir. Lo importante es mantener el deseo, no ceder al desaliento, no decir «no merece la pena», «siempre lo estropeo todo». Convertirse no es vivir sin pecado, sino aprender a vivir del perdón, sin orgullo ni tristeza, sin alimentar la insatisfacción por lo que deberíamos ser y no somos. Así dice el Señor en el libro de Isaías: «Por la conversión y la calma seréis libera4os» (Is 30, 15).
 

José Antonio Pagola

HOMILIA

1996-1997 – DESPERTAR LA FE
26 de enero de 1997

¿MIEDO O ALEGRÍA?

… a proclamar el Evangelio de Dios.

Hoy el término «evangelio» hace pensar espontáneamente en uno de los cuatro libros que recogen el mensaje y la actuación de Jesús. No era así para las primeras generaciones cris- lianas que conocían bien el significado de esta palabra griega: «buena noticia». En el Nuevo Testamento se emplean expresiones como «el evangelio de Dios» (Pablo), «el evangelio de Jesucristo» (Marcos) o «el evangelio del Reino» (Mateo) para decir que el Dios del que habla Jesús es una «buena noticia», algo «nuevo y bueno» para el ser humano.
Conozco a no pocas personas para las que Dios no es algo bueno. Su religión se ha alimentado durante muchos años del miedo a Dios. Oyen hablar de su misericordia infinita, pero no pueden substraerse a un temor grande a la justicia divina. Tienen miedo a encontrarse con Dios después de la muerte. No se atreven a confiar en su misericordia frenados, tal vez, por la imagen de Dios que ha quedado en su conciencia.
Por eso, puede ser importante dar a conocer el mensaje central de Teresa de Lisieux, declarada recientemente «doctora de la Iglesia» por Juan Pablo II. Sorprende y conmueve la audacia de su confianza en la misericordia infinita de Dios. «A través de ella —dice la santa— contemplo y adoro las demás perfecciones divinas.., entonces todas se me presentan radiantes de amor; incluso la justicia (y quizás ésta más aún que las demás) me parece revestida de amor.»
Para Teresa de Lisieux, la «justicia de Dios» no tiene nada que ver con los tribunales humanos. Es la justicia de alguien que es amor y misericordia infinita. Por eso, la justicia de Dios que a tantos espanta, constituye para ella motivo de alegría y de confianza. Escuchemos sus palabras: «Yo sé que hay que estar muy puros para comparecer ante el Dios de toda santidad, pero sé también que el Señor es infinitamente justo. Y esta justicia, que asusta a tantas almas, es precisamente lo que constituye el motivo de mi alegría y de mi confianza... Precisamente porque es justo, es compasivo y misericordioso.., se acuerda de que somos barro.» Teresa se alegra al pensar en la justicia de Dios: «Qué alegría pensar que Dios es justo!, es decir, que tiene en cuenta nuestras debilidades... Siendo así, ¿de qué voy a tener miedo? El Dios infinitamente justo, que se dignó perdonar con tanta bondad todas las culpas del hijo pródigo, ¿no va a ser justo también conmigo?»
Según el célebre escritor francés G. Bernanos, la invitación de la santa de Lisieux a confiar totalmente en la misericordia de Dios no es una receta más de «confitería devota», sino «uno de los mensajes más misteriosos y urgentes que jamás haya recibido el mundo». El mensaje del mismo Jesús olvidado muchas veces por los suyos.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1993-1994 – CREER ES OTRA COSA
23 de enero de 1994

LA NOTICIA

Creed la Buena Noticia.

Hay personas a las que el cristianismo se les presenta como una religión complicada y sobrecargada. No saben cómo expresarlo, pero sienten la necesidad de redescubrir cuál es el núcleo elemental y básico que les permita comprender mejor dónde está la novedad de la fe cristiana. De ahí el interés excepcional de esos breves versículos en los que el evangelio más antiguo nos ofrece el primer resumen que se formuló de la predicación de Jesús.
El evangelista Marcos nos dice que todo lo que Jesús predicaba se puede sintetizar en esto: Jesús proclamaba «la Buena Noticia de Dios». Ahí está la sustancia de todo su mensaje. Propiamente Jesús no enseñaba una doctrina ni exponía una filosofía. Su originalidad está en anunciar la noticia de que Dios es algo bueno para los hombres.
A continuación, el evangelista nos resume esto en unas breves palabras que son analizadas minuciosamente hoy por los mejores especialistas y exégetas: «El tiempo se ha cumplido, está cerca el Reino de Dios. Convertíos y creed la Buena  Noticia.» ¿Se puede explicar de manera sencilla y elemental este mensaje?
«El tiempo se ha cumplido.» Comienza ahora algo nuevo y definitivo. Es lo primero que afirma Jesús. No hay que esperar más. Ha llegado ya el momento decisivo de revelar a los seres humanos algo importante. Algo que exige la máxima atención.
«Está cerca el Reino de Dios.» Este es el gran acontecimiento. Dios quiere intervenir en la vida de las personas. Y esto es lo mejor que nos podía ocurrir. Porque este Dios no es como los falsos dioses, que llevan al egoísmo, la injusticia y la mutua destrucción. Es un Dios Padre que quiere la vida, la felicidad y la salvación de todos y cada uno de los hombres y mujeres porque él los ha creado y los siente como hijos.
Nadie está excluido, ni siquiera los pecadores. Cuando Dios reine plenamente, todo será al revés. Los últimos serán los primeros. Las prostitutas irán por delante de los que parecen santos. Y los pobres que ahora lloran y pasan hambre descubrirán que Dios es bueno, sobre todo, para ellos, no porque son mejores, sino porque Dios no puede reinar sin hacer justicia a los que nadie hace.
«Convertíos y creed la Buena Noticia.» Hay que cambiar. Esta noticia exige un giro total. Hay que tomar otra postura. Entender a Dios de otra manera. Confiar absolutamente en su bondad. Orientar nuestra vida según las exigencias de este Dios que quiere lo mejor para todos.
Lo primero es creer esta buena noticia. Acogerla con alegría. Creer en ese Dios revelado y encarnado en Jesús. Creer en su amor increíble y sorprendente. Vivir con la confianza absoluta de que nuestra salvación está en ese Dios. Ser cristiano es dejarse impactar por el «misterio del Reino» (Mc 4, 11) y saber que tu vida se está decidiendo en la postura que adoptas ante esa Buena Noticia proclamada por Jesús.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1990-1991 – DESPERTAR LA ESPERANZA
27 de enero de 1991

ANUNCIAR A DIOS

Proclamar el Evangelio de Dios.

Hay personas que, al escuchar el nombre de Dios, reaccionan casi instintivamente con una actitud de rechazo: “Dios? No me interesa. Bastante tengo con mis problemas”. Otros parecen adoptar una postura más vacilante: “Tal vez sea importante, pero no tengo tiempo para ocuparme de esas cosas. No veo para qué puede servir Dios”. A alguno le he oído decir estas palabras: “Ojalá Dios no existiera. Todos viviríamos mejor y más tranquilos, sin miedo a caer algún día en sus manos”.
¿Por qué ha dejado Dios de ser Buena Noticia para tantas personas? ¿Por qué su nombre no es pronunciado con más amor y más gozo por los hombres de hoy? ¿Por qué ha quedado vacío de atractivo? ¿Es que Dios los ha defraudado?
Quien se ha encontrado con El, aunque sea de manera humilde y modesta, sabe que Dios no decepciona. Los que decepcionamos una y otra vez somos los que decimos creer en El.
Se han escrito muchos estudios sobre las causas que están en la raíz de la indiferencia religiosa y del ateísmo contemporáneo. Pero no siempre se recuerda la posible responsabilidad de quienes pretendemos ser sus mensajeros.
Y, sin embargo, cuántos se alejan de Dios decepcionados por la mediocridad de quienes hablamos de El. Un experto como Ch. Chabanis ha podido afirmar que “la gran crisis religiosa de nuestro tiempo es menos una desafección hacia Dios que una desafección hacia las instituciones religiosas”.
Es cierto que no hay que confundir nunca a Dios con los hombres que lo anuncian o las instituciones que lo representan. Pero, dentro de las Iglesias, hemos de tomar conciencia de la enorme frustración que podemos provocar en quienes buscan sinceramente a Dios.
¿Cómo podrán escuchar su voz en medio de nuestra palabrería? ¿Cómo descubrirán su rostro bajo esas ideas mezquinas de un Dios puesto al servicio de tantos intereses y quimeras? ¿Cómo se sentirán atraídos por su misterio si no perciben más amor entre los que lo adoran? ¿Cómo podrán experimentar bajo una religión, a veces tan complicada, sobrecargada y triste, la presencia de un Dios cercano y bueno, capaz de aliviar su corazón fatigado?
El evangelista Marcos resume la actividad de Jesús diciendo que “anunciaba la Buena Noticia de Dios”. Encontrarse con Jesús era encontrarse con alguien que acercaba a Dios, transparentaba su misterio de bondad, contagiaba su alegría y su perdón.
Sólo una vida como la de Jesús puede anunciar a Dios como Buena Noticia. En caso contrario, por mucho que hablemos de El, no seremos sus testigos sino pantalla opaca que oculta su rostro.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1987-1988 – CONSTRUIR SOBRE LA ROCA
24 de enero de 1988

SUICIDIO

Creed la Buena Noticia.

Lo hemos podido ver sobrecogidos en la pequeña pantalla del televisor. Un hombre todavía joven arrojándose al vacío ante las cámaras, en un espectáculo entre morboso y trágico.
Quitarse la vida ya no es algo raro entre nosotros. Poco a poco, el suicidio va dejando de ser aquel hecho más o menos vergonzante que familiares y amigos trataban de disfrazar de muerte accidental. Hoy podemos ver morir “en directo”.
La prensa diaria nos ha ido habituando a noticias de este tipo: “Hombre de 56 años se arroja al tren en la estación de San Sebastián”; “Fallece una anciana en Eibar al caer desde el sexto piso”; “Joven muerto al dispararse un tiro de escopeta».
Según las estadísticas, 115 personas acabaron con su vida en Euskadi el pasado año, de ellas 42 guipuzcoanos. Sólo en la Residencia donostiarra se atendieron más de 350 urgencias por intento de suicidio.
Si estos datos son ciertos, casi todos los días hay en Guipúzcoa una persona que intenta quitarse la vida. ¿Qué pensar ante este hecho?
Los siquiatras nos hablan de los factores de alto riesgo de suicidio que pueden conducir hasta la trágica decisión: la muerte del cónyuge, una enfermedad incurable, la soledad, problemas conyugales, la depresión.
Por otra parte, desde los estudios de E. Durkheim, el suicidio viene interesando cada vez más a sociólogos y observadores de la sociedad. De hecho, aunque el factor desencadenante sea una crisis personal, los suicidios nos descubren también, de alguna manera, la crisis y el fracaso de una sociedad donde los individuos pueden llegar tan fácilmente a su desintegración.
Es aquí donde surge la pregunta más inquietante. Este suicidio cada vez más frecuente entre nosotros, ¿es sólo problema de algunos individuos o síntoma de «una cultura suicida” promovida inconscientemente por todos?
¿Por qué son hoy tantas las personas que se quedan sin una razón para seguir viviendo? ¿Qué es lo que les falta y no encuentran en esta sociedad? ¿Por qué acaban no creyendo en nada ni en nadie?
No se puede responder de manera simplista. Cada persona es un misterio. Pero lo cierto es que el hombre moderno parece cada vez más necesitado de sentido, esperanza y paz interior.
¿No necesitará hoy más que nunca escuchar la llamada decisiva de Jesús: «Dios está cerca. Cambiad y creed en esta Buena Noticia?”.

José Antonio Pagola

HOMILIA

1984-1985 – BUENAS NOTICIAS
27 de enero de 1985

DESCUBRIR LA BUENA NOTICIA

Creed la Buena Noticia.

Muchos cristianos quedarían un tanto sorprendidos si se les dijera que el cristianismo consiste en descubrir una Buena Noticia.
Para ellos, las cosas han sucedido de otra manera. Se han encontrado en la vida siendo «cristianos», sin que se hayan planteado nunca por qué creen y sin que la fe les haya ayudado a experimentar nada especialmente gozoso en la vida.
Su fe no ha crecido. Ha quedado embotada y vacía. Más bien, la religión ha sido un peso del que se han ido desprendiendo poco a poco, más que por razones convincentes, por comodidad, cansancio o aburrimiento.
Es fácil abandonar así la fe, abandonándose uno mismo a la superficialidad y al olvido, pero no supone más coraje, más verdad ni más alegría.
Otros han reducido la fe al mínimo. Su religión está impregnada de desconfianza y sospecha, más que de fe gozosa y entregada. Para ellos, Dios es cualquier cosa menos una Buena Noticia capaz de alegrar su existencia.
¿Es posible descubrir bajo un cristianismo aparentemente complejo, complicado, sobrecargado, desfigurado y triste, algo sencillo, elemental y bueno, que pueda iluminar nuestro corazón fatigado y triste?
Karl Rahner en su precioso librito «Crees en Dios?» escribe así: «Dios es y sigue siendo el misterio inefable. Lo único que se sabe de Dios es la experiencia del misterio obtenida en la adoración. El único medio de acercarse a El es la humildad, es decir, la verdad de nuestra existencia humana».
¿No estará ahí todo el secreto? Cuántos hombres y mujeres sencillos saben de Dios más que teólogos y dogmáticos ilustrados. Gentes que no hacen gala de una fe grande y pura, pero que se confían humildemente al misterio de Dios.
Personas que viven el amor al prójimo sin aspavientos ni ostentación alguna. Cristianos humildes, muy conscientes de su limitación y su pecado, pero que se saben habitados por la presencia bondadosa de Dios.
No sabrán decirnos grandes cosas de El, pero han acertado en lo más importante. Lo han acogido como gracia. Saben vivir ante El. Han respondido a la llamada de Jesús: «Creed la Buena Noticia».

José Antonio Pagola

HOMILIA

1981-1982 – APRENDER A VIVIR
24 de enero de 1982

DIOS, ¿BUENA NOTICIA?

A proclamar el evangelio de Dios.

No cabe duda de que, cuando Marcos nos dice que Jesús «proclamaba la buena noticia de Dios», esté recogiendo una experiencia real que las gentes vivieron, de alguna manera, junto a Jesús.
Y uno que vive en esta sociedad, aparentemente tan indiferente y fría ante Dios, no puede menos de preguntarse: ¿Cómo pudo Jesús entusiasmar a sus oyentes? ¿Cómo pudieron aquellos hombres percibir a Dios como buena noticia?
El gran teólogo francés Jean Rostand ha expresado, con dan- dad y honradez, el malestar que muchos contemporáneos sienten hoy ante la fe religiosa. «Yo soy incapaz de aceptar una “revelación” supuestamente hecha a antepasados nuestros en tiempos ya pasados de nuestra historia, por respetable que me parezca este género de tradiciones y el papel que han podido jugar en nuestro pasado moral... A mis ojos valen las creencias que vamos recreando constantemente en nuestra inteligencia, y pueden formarse de novo en el espíritu del hombre, a partir de materiales provenientes de la ciencia y la libre reflexión».
Si ser cristiano fuera aceptar un conjunto de doctrinas y afirmaciones que nos llegan de tiempos pasados, Jean Rostand tendría razón. Pero la fe cristiana no es sólo eso. La fe nos pone a los creyentes en contacto con Alguien vivo, que va impulsando la vida del hombre hacia su cumplimiento.
A veces olvidamos que Jesús no ha hablado de Dios, sino del «reino de Dios». Jesús no ha sido el teólogo preocupado de expresar teóricamente una doctrina acerca de Dios, sino el hombre habitado por un Dios vivo, que ha buscado con todas sus fuerzas que Dios sea acogido por los hombres y que su reinado se imponga en las entrañas mismas de la historia.
Dios empieza a ser buena noticia para nosotros, no cuando pretendemos comprenderlo con nuestra inteligencia, sino cuando lo acogemos humildemente en nuestra existencia, y podemos experimentar que su cercanía nos hace más humanos, más libres, más capaces de amar, vivir y crear.
Maurice Blondel supo expresar bellamente algo que puede estar sucediendo entre nosotros: «Cuando se mira a Dios desde fuera como un objeto de conocimiento, sin juventud de corazón ni inquietud de amor, no se tiene entre las manos sino un fantasma o un ídolo».
Quizás son muchos los que llevan hoy en el fondo de sus almas ese fantasma o ese ídolo de Dios. Hombres y mujeres que esperan la buena noticia de un Dios diferente. ¿Dónde están los creyentes que se la puedan contagiar?

José Antonio Pagola

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